* Mi valoración: 8
Broche culto y testamentario. Bergman, a través de los azules ojos de Liv Ullman, nos habla directamente. En un estilo sobrio y una fotografía plana (salvo en alguna formidable excepción), nos encontramos con todas las preguntas y con todos los elementos fílmicos del director sueco. Hay un sabor nostálgico y triste en esta obra, independientemente de su temática. La música de Bach acompaña a los momentos cumbres. La narración está estructurada en pequeños capítulos, como si intentase guiarnos. Los créditos finales, con la cadencia perfecta del órgano barroco nos envuelven en una conclusión grandiosa: fin a una obra, fin a una vida. Todo un monumento.